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GUIA-DE-BESOS

GUÍA DE BESOS DE ZARAGOZA

BESOS    Unos días de turismo por París. Me encanta ser turista y no sentir la tentación exclusivista y petarda del “viajero”, que te mira mal cuando lo que tú haces no se parece a lo que él hace, que, claro, es lo guanchi lerenchi. También me gusta ser turista en la ciudad en la que vivo, y sorprenderme. El día que deje de sorprenderme, estaré muerto o en coma.    Subimos a la Torre Eiffel y nos quedamos bobos con la vista, después de hacer horas de cola con frío, viento y lluvia; navegamos por el Sena en batobús y con la boca abierta pasamos por debajo de los puentes; nos sentamos en los Campos Elíseos a tomar café y sufrimos con las cientos de mujeres con burka que nos rodean, pastoreadas (y no se me ocurre una palabra más triste y más adecuada) por unos tipejos; vamos a la Plaza de los Vosgos, cerrada de noche, y paseamos por el Marais; vemos el Pompidou y el museo de Antropología y una maravillosa exposición del fotógrafo Weegee en el museo Maillol y vemos la pirámide del Louvre y Notre Dame y el obelisco y el Palais de Tokyo… Y comemos cruasanes y quesos apestosos, bebemos burdeos e incluso oímos cantar chanson a una rubia teñida en un garito del Barrio Latino.     En algo fallamos: no comimos foie ni visitamos el Moulin Rouge.    La última tarde, encontramos en una librería de Saint Germain una guía maravillosa: “Los mejores lugares para besarse en París” (editorial Parigramme). No sé si otras ciudades cuentan con un manual parecido, pero creo que debería ser obligatorio hacer una edición para cada ciudad del mundo. El mundo sería, sin duda, mejor. La guía llega tarde pero, como nos hemos besado en todas partes y a todas horas, no tenemos una gran sensación de pérdida. Cuando volvamos, después de ir a otros sitios, recuperaremos los besos perdidos.    Al leer la guía, recordamos lugares donde nos hemos besado y sentimos una especie de temblor. Y, sobre todo, alegría. Es una forma de reconocimiento, algo animal.    Pepe Cerdá, que vivió siete años en París, dice que París es sólo el sueño de París, que la ciudad no es como la vemos los turistas. No me cabe duda de que tiene razón y que detrás de ese sueño hay zonas oscuras, pero nuestros besos dulces de París no existían antes y ahora existen para siempre. 

    FÉLIX ROMEO

publicado en "Heraldo de Aragón" el domingo 26 de agosto de 2006.

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